..........Lo había olvidado pero de niño hubo un tiempo en el que quise ser vampiro, para poder transformarme en murciélago y merodear por la ciudad dormida amparado en la oscuridad. Tras ver esta pequeña joya nórdica, tan tierna y aterradora, he vuelto a desear ser un pequeño draculín si así pudiera pasar la eternidad junto a Eli, apretado junto a ella en una bañera y vaciando de sangre cuerpos ajenos. Quisiera ser Oskar y golpear la pared dejándole mensajes de amor y sobrellevar juntos la enfermedad (porque eso es lo que es aquí el vampirismo, una enfermedad crónica) para siempre jamás. Y quisiera que me grabasen con temple firme, sin prisas y dejando que la nieve y los paisajes gélidos se convirtieran en un personaje más importante aún que la pareja de enamorados. Que la película pareciese realizada a tres manos entre Kaurismäki, Van Sant y Hitchcock, y sobre todo, que tuviera un final tan perfecto, simple y redondo que nadie se lo pudiera quitar jamás de la cabeza. En fin, quisiera vivir eternamente dentro de esta película.
..........Antes de terminar sólo un consejo, metan en un bidón todas las películas que tengan en su casa sobre chupasangres y péguenle fuego tranquilamente, porque gracias a Déjame Entrar ya no volverán nunca más a querer revisitarlas. Se lo aseguro.
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